viernes, 31 de diciembre de 2010

NOTA 6. El Diablo y sus tentaciones

NOTA 6.   El Diablo y sus tentaciones (véase Capítulo 11, notas al pie 3 y 16)

Si el lector abre el Nuevo Testamento, y ayudado por una buena concordancia examina cada pasaje en el que se menciona al diablo, se quedará asombrado al ver qué poco hay que dé un apoyo siquiera aparente a la superstición popular acerca de este tema. Solamente puedo hallar tres pasajes que parezcan sugerir que Satanás tiente a actos inmorales. De 1 Juan 3:8-10 ya he hablado. Los otros dos son 1 Corintios 7:5 y 1 Timoteo 5:15, y voy a abordarlos a continuación.
Naturalmente, en la tentación de nuestro Señor no entró la cuestión de la moralidad. El objetivo del diablo era apartarlo del camino de dependencia de Dios, y especialmente apartarlo del camino que llevaba a la Cruz. Y también fue esto lo que suscitó aquella terrible reprensión dirigida a Pedro cuando el Señor se dirigió a él llamándole «Satanás» (Mt. 16:23). Y cuando Satanás pidió tener a Pedro (como había pedido que se le diera Job), fue su fe lo que intentó destruir. «Pero yo he rogado por ti», añadió el Señor, «que tu fe no falte» (Lc. 22:31-32).
Y es indudable que fue recordando esto que el apóstol escribió las palabras: «Porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe» (1 P. 5:8-9). En la parábola de la cizaña en el campo, es el diablo el que siembra la cizaña (Mt. 13:39). Y en la parábola del sembrador se describe la obra del diablo como quitando la semilla de la palabra de los corazones de aquellos que la oyen, «para que no crean y se salven». Y si Elimas, el hechicero, fue llamado «hijo del diablo», fue debido a su intento «de apartar de la fe al procónsul» (Hch. 13:8-10).
Dos pasajes indican su misterioso «imperio de la muerte», esto es, Hebreos 2:14 y Judas 9, refiriéndose el último a su reclamación del cuerpo de Moisés como su derecho. Y otros dos pasajes indican su capacidad para infligir enfermedad y dolor, esto es, Lucas 13:16 y Hechos 10:38, pero estos pueden explicarse probablemente por referencia al caso de Job.
En Apocalipsis 12:9 se le designa como aquel «el cual engaña al mundo entero» (cp. Ap. 20:10); y en dicho libro es descrito como el dirigente en la gran lucha futura entre la fe y la incredulidad, entre el reconocimiento de Dios y la negación de Él. No hay necesidad de citar los muchos pasajes que indican su maligno odio contra Dios y Su pueblo, pero si él fuera el obsceno monstruo de la tradición cristiana, ¿cómo es que, de principio a fin, la Biblia guarda silencio acerca de este tema? En sus «estratagemas» contra los hombres, el Satanás de las Escrituras es el enemigo no de la moral, sino de la fe.
Y si a la vista de la masa de testimonios que llevan a esta conclusión nos volvemos de nuevo a los dos pasajes anteriormente mencionados, estaremos preparados para leerlos bajo una nueva luz. En 1 Timoteo 5 leeremos el versículo 15 a la luz del versículo 12. El apartarse «en pos de Satanás» a que aquí se refiere es con respecto a «haber quebrantado su primera fe». Y el cristiano no dudará en seguir a Calvino comprendiendo aquí la «fe» como la fe de Cristo. La palabra πιστός aparece doscientas veces en las Epístolas; y solamente se utiliza en este sentido, con la única excepción de Tito 2:10. Hay, por ello, una poderosa presunción en contra de que aquí no signifique más que la «fidelidad» de la mujer a su difunto marido. Además, tal sugerencia haría que el apóstol se contradiga a sí mismo. ¡Le haría decir que las jóvenes viudas «tienen condenación» porque quieren volverse a casar, y sin embargo termina con un mandato expreso de que se deben volver a casar! (v. 14.) Los versículos 11-13 nos dan sus razones para su orden. Este pasaje, por cierto, comporta una enérgica condena de los conventos de monjas, pero la interpretación que generalmente se le impone constituye un atentado a las Sagradas Escrituras y un burdo libelo en contra de las mujeres. Y puedo añadir que si tal interpretación fuera cierta, el límite de edad a partir del cual se tenía que proveer para las viudas hubiera sido puesto ciertamente inferior a la de sesenta años.
Las expresiones «se rebelan contra Cristo», y «apartándose en pos de Satanás», tienen que explicarse en correspondencia con la normativa bíblica de la vida espiritual y con la teología bíblica de las tentaciones satánicas. Así también con respecto a 1 Corintios 7:5. La solemne lección práctica a derivar de ello es que cualquier alejamiento de la prudencia y de la sobriedad puede dar a Satanás una ventaja: una ocasión para minar o corromper la fe del cristiano.
Con respecto a Ananías, su historia se lee tan erróneamente que la Iglesia se pierde la verdadera lección. Él no era un mal hombre, sino un buen hombre. En el entusiasmo de su celo vendió la propiedad de sus tierras a fin de dedicar el producto de su venta al fondo común. Pero aquí se le presentó la sugerencia de poner aparte una parte de ello para su propio uso. Su esposa andaba metida en el asunto, y mintió atrevidamente para esconderlo. Pero Ananías no dijo ninguna mentira, tan solamente la actuó, tal como la gente está acostumbrada a hacer hoy en día. Si él viviese con nosotros, gozaría de la mayor reputación posible. Lo cierto es que hay bien pocos en estos días de egoísmo que se pudieran comparar con él. La enseñanza que hallamos en este pasaje no es la maldad del hombre, sino la santidad y «severidad» de Dios, así como la sutileza de las tentaciones de Satanás. Satanás lo tentó no a un acto obsceno e «inmoral», sino solamente a hacer aquello que, como el apóstol le dijo, tenía un derecho indiscutible a hacer. El no mintió a los hombres —así nos lo dice la Palabra en forma expresa— sino que mintió a Dios, y un juicio repentino cayó sobre él. Si Dios estuviera tratando en la actualidad con las personas en base a este criterio, ¡la cantidad de entierros provocaría serias dificultades!
El caso de Judas no lo trató de una forma expresa porque cae evidentemente dentro de la categoría de las tentaciones dirigidas directamente en contra del mismo Cristo.

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Historia:
Fecha de primera publicación en inglés: 1897
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Primera traducción publicada por Editorial Portavoz en castellano en 1983
OCR 2010 por Andreu Escuain
Nueva traducción © 2010 cotejando la antigua traducción y con constante referencia al original inglés, Santiago Escuain
Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase.

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