viernes, 31 de diciembre de 2010

NOTA 4. Una nueva dispensación

NOTA 4.   Una nueva dispensación (véase Capítulo 8, nota al pie 3)

Todos reconocen que la venida de Cristo comportó un señalado «cambio de dispensación», según se designa: es decir, un cambio en los tratos de Dios hacia los hombres. Pero se ignora comúnmente que el rechazo que Cristo sufrió de parte del pueblo favorecido, y la consiguiente caída de ellos de su posición de privilegio que antes mantenían, comportó otro cambio no menos inequívoco e importante (Ro. 11:15). Y sin embargo esta realidad proporciona la solución a muchas dificultades y una protección frente a muchos errores. Como se ha indicado en estas páginas, proporciona la clave para una correcta comprensión del libro de Los Hechos de los Apóstoles —libro que constituye de manera primordial no el registro de la fundación de la Iglesia Cristiana, sino de la apostasía de la nación favorecida. Pero también explica muchas cosas de la enseñanza de los Evangelios que desconciertan a los cristianos.
Durante la última insurrección carlista en España se cuenta que un rico marqués español hipotecó todas sus posesiones por todo su valor, y dio todo el dinero para la financiación de la insurrección. Esta era una acción razonable por parte de todo el que creyera en la causa del Pretendiente. Para él, y para otros muchos como él, la accesión de Don Carlos al trono les devolvería lo que habían aportado, y mucho más. Así era con los discípulos en los días en que el reino era predicado al pueblo terrenal. Algunos de los preceptos del Señor tenían que ver con las circunstancias especiales de aquella dispensación especial. Tomemos como ejemplo «el Sermón del Monte». Nuestro Señor desarrollaba en el mismo los principios del reino prometido, y daba preceptos para guiar a los que esperaban su establecimiento. Es todo él para nosotros, sin duda alguna, pero no siempre en el mismo sentido que tenía la intención de comunicarles a ellos. Los cristianos, por ejemplo, oran la oración del reino. Pero para nosotros, el «venga a nosotros tu reino» constituye una petición general por el avance de la causa divina: para ellos se trataba de una petición específica del cercano cumplimiento del reino terrenal prometido. ¡Y cuál no sería el significado de la oración del pan de cada día para aquellos que habían recibido la orden de no llevar ni bolsa ni alforja, sino que confiasen en el Padre celestial que les alimentaría como alimenta a las aves; porque, como las aves, «no tenían graneros»!
Los principios son inmutables, pero los preceptos específicos que aparecen en pasajes como Mateo 5:39-42 y 6:25-34 fueron formulados con referencia a las circunstancias de aquel tiempo y al especial testimonio que el discípulo del reino tenía que mantener. El cristiano, a diferencia del discípulo del reino a este respecto, tiene derecho a defenderse frente a los atropellos y a resistir cualquier invasión de sus derechos personales o civiles; y se le ha mandado expresamente que haga provisión para el futuro. La banca, los seguros y el ahorro no están prohibidos por el cristianismo. «No toméis nada para el camino», mandó el Señor, al enviar a los Doce, «ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni llevéis dos túnicas» (Lc. 9:3). Y refiriéndose a esto mismo, cuando estaba a punto de ser quitado de en medio de ellos, les preguntó: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una» (Lc. 22:35-36).
¿Qué puede haber más claro que esto? Naturalmente, en las comunidades civilizadas es el Estado el que se encarga de «la espada» (Ro. 13:4), y no se permite que el ciudadano individual se defienda a sí mismo; pero el principio es el mismo. Aquel que es «docto en el reino», dice el Señor, es como «un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt. 13:52). Pero a los cristianos no se les instruye hoy de esta manera. ¡Son más bien como padres de familia que, sacando lo que primero les viene a mano, dan leche fresca a sus huéspedes y vino viejo a sus bebés! Y, como resultado, las Sagradas Escrituras caen en descrédito, y los creyentes fervorosos y sinceros tropiezan o quedan presas del desconcierto.
Necesitamos otra clave para guiarnos en el correcto uso de la enseñanza de los Evangelios. Algunas de las palabras del Señor se dirigen a los apóstoles como tales, y tenemos que recordar esto cuando las aplicamos a nosotros mismos.
Con referencia al Sermón del Monte se podría preguntar: ¿Alguno de nosotros se imagina que nuestro Señor suponía que nadie desearía añadir cincuenta centímetros a su estatura? Mateo 6:27 se debería leer sin duda como lo traducen los revisores americanos: «¿Y quién de vosotros, por mucho que se afane, podrá añadir un codo a lo largo de su vida?» (como también traduce la V.M.).

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Historia:
Fecha de primera publicación en inglés: 1897
Traducción del inglés: Santiago Escuain
Primera traducción publicada por Editorial Portavoz en castellano en 1983
OCR 2010 por Andreu Escuain
Nueva traducción © 2010 cotejando la antigua traducción y con constante referencia al original inglés, Santiago Escuain
Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase.

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